Por su gran escala y complejidad, El hombre con el hacha y otras situaciones breves – Venecia 2017 ha sido uno de los proyectos más ambiciosos de Liliana Porter hasta la fecha.
La pieza operó como una suerte de retrospectiva, debido a que en ella figuraban una gran cantidad de personajes, agrupaciones y situaciones que han aparecido de manera recurrente en la obra de Porter de las últimas tres décadas. La instalación toma su nombre de la diminuta figura de un hombre cargando un hacha, que se muestra cortando un montón de largos objetos fragmentados. La mirada del espectador recorre este camino de objetos rotos conforme su escala cambia dramáticamente, yendo de partículas del tamaño del polvo, a trozos de porcelana y figuras maltratadas, hasta objetos más grandes, entre ellos platos y sillas, incluso un piano roto de tamaño real.
El espectador nota una variedad de relojes viejos de distintos tamaños. Estos símbolos del tiempo lineal se muestran completamente destrozados, con sus carátulas blancas, sus carcasas metálicas circulares y sus interiores desparramados. La investigación del tiempo es fundamental en la práctica de Porter. Ella se interesa particularmente en el paso del tiempo, en cómo la línea entre la realidad y la imaginación se vuelve cada vez más tenue conforme el momento actual se mezcla con memorias del pasado que a menudo se exageran, se fragmentan o se quiebran. La manera en que el tiempo se registra en la memoria es de gran interés para Porter, al igual que los objetos, las imágenes y la literatura.
La instalación también incluye una serie de personajes históricos y símbolos. Se exhibe una réplica en juguete del automóvil en el que el presidente John F. Kennedy fue asesinado. Cerca de éste, Porter colocó un viejo martillo casualmente sobre un hoz, aludiendo a las herramientas y símbolos del obrero industrial y el campesino, que fueron utilizadas por el comunismo internacional y en la bandera de la Unión Soviética. Por otro lado, aparece una cabeza en porcelana rota del líder comunista chino, Mao. Éstas, junto con otras representaciones del pasado, surgen de manera aleatoria, sus ideologías y posiciones históricas coexistiendo en el mismo espacio.
Una diminuta figura cargando un portafolio aparece sola, aislada en una sección. El personaje está de pie entre dos líneas que se entrelazan por detrás de él, formando un camino que aparentemente lleva siguiendo. Este es “el viajero”, otro importante personaje que ha aparecido de manera consistente en gran parte de los grabados, pinturas, fotografías, películas e instalaciones de Porter, desde la década de 1980. Un tropo clásico para el comienzo de una historia, el viajero es también a menudo un inmigrante, un refugiado, alguien desplazado. En un mundo donde somos cada vez más de un lugar y vivimos en otro —y en una ciudad como Miami, que está poblada por inmigrantes y viajeros—, las reflexiones filosóficas resuenan fuertemente, al tiempo que se vuelven una persistente fuente de confusión.
