En 1978, el artista brasileño Hélio Oiticica asistió a una fiesta de su buen amigo, el músico Jards Macalé. Luego escribiría lo siguiente en sus notas:

MACALÉ transformó el gallinero en escenario

en un día lluvioso, no sé cómo: luces azules dentro de

baldes plásticos rojos: quedó lindo.

Motivado por esta experiencia, Oiticica hizo bocetos para una pieza inspirada en la fiesta. En sus dibujos detalló los materiales que pensaba usar, así como los colores, la forma y la construcción en general. Sin embargo, antes de que pudiera hacer realidad la obra, apenas dos años después, el artista falleció.

Treinta y dos años más tarde, en 2010, a partir de los dibujos y notas dejados por Oiticica, se construyó la pieza, que se titula Penetrável Macaléia (Penetrable Macaléia). Aunque no es extraño que los artistas generen las ideas y luego empleen asistentes para fabricar las piezas, lo que hace interesante la construcción de esta obra es que el artista no vivió para verla.

Lo que implica el proceso de construcción de esta pieza es que la autoría en el arte no empieza ni termina con la creación física de la obra, sino con su concepción como idea. Esto va en línea con la tradición de artistas conceptuales como Marcel Duchamp, Lawrence Weiner y Joseph Kosuth, quienes creían que el arte era la idea en sí misma. Aunque seguramente Oiticica planeaba hacer la obra él mismo, el hecho de que no lo lograra, y que la obra se realizara después de su muerte, añade complejidad a las ideas y los temas que el artista ya estaba explorando.