La obra de Niños Jugando de Fernando Botero fue realizada en carboncillo sobre tela en 1969. Mide setenta y cinco y media por setenta y siete y media pulgadas, así que cada lado mide un poco más de seis pies y forma lo que es casi un cuadrado perfecto. En Niños jugando se aprecia el estilo distintivo de Botero– las figuras que parecen muñecos inflados– y las líneas pesadas y sueltas típicas del dibujo al carboncillo. La obra representa a cinco niños que están afuera. Cuatro de ellos forman un grupo que rodea al quinto niño, que está en un carrito de bebé. Comenzando en la parte superior de la obra, uno de los niños está montado a caballo. Pasando la mirada hacia la derecha en el sentido de las agujas del reloj, se ve una parte de una casa a la derecha de los cinco niños, que ocupa todo el lado derecho del dibujo. De pie junto a la casa, se ve de cuerpo entero a otro niño que tiene el brazo izquierdo levantado. Debajo del niño que está de pie, en la parte inferior derecha de la composición, hay una niña que está sentada en el suelo con sus grandes piernas juntas y estiradas frente a su torso. A su izquierda, en el centro de la composición, se ve una bebé muy grande, sentada en un carrito de bebé. La bebé en el carrito está siendo empujada por la última niña, que está de pie y ocupa el lado izquierdo del dibujo. La niña que empuja el carrito está de puntillas porque apenas alcanza el manillar. La escala exagerada de las figuras ofusca su identidad de niños y los transforma en enormes seres bulbosos, una masa de formas casi monstruosa y grotesca. El estilo de Botero resalta las dimensiones formales de su obra y nos revela tanto no solo un talante caricaturesco, sino un dominio técnico que recuerda al espectador de su formación académica clásica.